No me guardes rencor. No estabas obligado a enamorarte.
Sí, cierto que te faltaba background para evitar los golpes,
para entender qué hacía contigo.
Yo volví a ser la niña de 16 pero esta vez, tú, quién seas,
no te marchaste.
Tu papel, quizá el que mejor hayas interpretado nunca,
era amarme con la desesperación del derrotado.
No me odies, no merece la pena.
Te tocó jugar en la piel de otro: ser un recuerdo.
Ahora vas al trabajo con la ropa desastrada
y bolsas debajo de los ojos;
pero yo dejé de soñar un abandono.
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